Su magnetismo inundaba la sala haciendo que todos los ojos se posasen en él. Bien pensado no era nadie destacable; sólo una persona más que ocupaba un lugar entre la multitud, y aún así, rodeado de toda su "normalidad", era totalmente imposible no darse cuenta de su presencia.
Callado y misterioso, apartado del centro de acción, observaba el ir y venir de personas atento a cada movimiento, mientras que, a su vez, todos observaban las mismas cuestiones en él. Cada vez que alguien se acercaba a entablar conversación, los oportunistas de al rededor se unían abriendo bien las orejas intentando descifrar cada pequeño resquicio de la mente del chico ya que, sin duda, y a pesar de toda su normalidad, era la cosa más inusual y fascinante que cualquiera de los presentes podría haber intuido.