En las mudanzas se pasa por un periodo de adaptación al cambio. Si eres un gato quizás te escondas debajo de una silla o te quedes dormido durante horas dentro de un armario, y si eres un ser humano harías exactamente lo mismo. De pronto te encuentras mal y fuera de lugar. Te enfermas; coges un catarro espectacular que te deja desprovisto de fuerzas y aliento mientras que lo único que deseas hacer es desaparecer hecho un ovillo, esperando a que pase el cambio. Pero como eres una persona, y no un gato, es posible que tengas responsabilidades que cumplir. Es posible que tengas un trabajo o una escuela a la que acudir o, quizás, a alguien de quien te debas ocupar. Y es posible que todas las mañanas te despegues de tus confortables sábanas y tengas que poner tu mundo en marcha sin darte a ti mismo el placer de poder acomodarte a este nuevo espacio que te rodea.
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